rasgos confecciona o prefigura al sujeto, sino que es engendrado por un proceso proyectivo que plasma con una forma determinada a la sensorialidad. En conse-cuencia, los rasgos y enseñanzas de las personas que rodean a un infante se vuelven eficaces en la medida en que constituyen soportes sensoriales que se corresponden con las exigencias proyectivas del niño.
La proyección en el ámbito sensorial constituye un recurso al que apela el Yo para hacer conscientes sus procesos de pensamientos, de sentimientos y su espacialidad psÃquica. Posteriormente se reencuentra mediante la identificación con aquello primariamente proyectado. El Yo se esfuerza por adueñarse de los procesos internos (afectos, pensamientos, como representantes psÃquicos de las pulsiones) por medio de una técnica. Esta consiste en la proyección que configura un modelo en un mundo sensible, modelo al cual luego pretende asemejarse mediante la identificación. La eficacia psÃquica de los estÃmulos contextuales en un Yo en constitución, deriva de que dichos estÃmulos se encuentran con un movimiento proyectivo, interrogativo en cuanto al propio ser, que proviene desde el Yo. Posteriormente esos estÃmulos se incluyen en la identificación.
La falta de la identificación yoica con los procesos pulsionales, debido a la ausencia del contexto que lo facilite, conlleva un abrumamiento, con indiscriminación yo-no yo. Hay una falta nuclear de matiz afectivo. La ausencia de la función paterna los convierte en Self made man, con una huÃda evolutiva hacia adelante, con aparente empatÃa, precaria identificación, escasos recursos para responder a la triple exigencia (realidad, superyo, ello). Disfrazan su indefensión con un sobresfuerzo especultivo, y se hacen adictos a personajes que les dan datos, números. Se sostienen por las fuerza del tener, poder económico, poder polÃtico, poder cientÃfico, pero a merced de otro que les pone en peligro la precariedad del edificio identificatorio y a quién deben aplacar. La fachada de sobreadaptación, la mentira, el des-pliegue de una fachada ante otro que tenga poder, el sentimiento contratransferencial de falsedad que registra el interlocutor, (esto es que no resisten preguntas que cuestionen la escencia de sus argumentaciones), la retracción con fachada de conección, el mutismo encubierto por un discurso sin consistencia; todos ellos se observan fenoménicamente como falta de vitalidad. El hecho original de estar desconectado de los procesos pulsionales crea un sentimiento de desarraigo, de falta de «raÃces», que se expresa como compulsión a las mudanzas perpetuando el trauma primordial.
La principal tarea del yo es ligar la pulsión mediante la actividad motriz. Asà como la pulsión toma al yo como objeto, y el yo es pasivo, el yo sale de la pasividad tomando a otro como objeto. Cuando el yo no puede ser activo ante un objeto por ausencia o falla del asistente, para no quedar desbordado ante la pulsión, cede a otro la posición sujeto y ocupa la posición ob-jeto. Asà evita quedar desbordado mediante la identificación con el sujeto proyectado en el otro activo. El yo, proyectándose en el otro, logra participar de la omnipotencia de éste, desde una posición masoquista. La posición sujeto deriva de una iden-tificación primaria con un modelo o ideal, Freud, 1921c. Cuando el yo cede a la posición sujeto activa, otro tiene la identifi-cación primaria, y con ello la omnipotencia por acercarse al ideal. La identificación con ese sujeto es una seudoidenti-ficación. Es ambigua, como-si, imitativa, protésica, frágil, sus-tituye a una identificación primaria, con sentimiento de inauten-ticidad. Necesita sustentarse en apoyaturas espúreas basadas en el tener. El problema de la cantidad.
El aumento de la cantidad pulsional no tramitada impide discri-minar matices y calidad, el ritmo vertiginoso esintoxicante. La cantidad termina por arrasar la posibilidad de comunicación verdaderas, y consolidación de vÃnculos. Con la cantidad, las personas pierden individualidad, y sólo son números. Se pierden los nombres y con ello la posibilidad de acceder a una identidad. Las relaciones solo son, en su mayorÃa, «contactos». Se circula de un espacio a otro, estableciendo «conexiones». Estamos en la antesala de la regresión intrasomática, con sus espacios y tiempos regidos por frecuencias, números, ritmos, intereses y ganancias. Los vÃnculos retrogradan a vÃnculos narcicistas en que el prójimo, suele ser instrumentado como auxiliar, Freud, 1921c. Las relaciones no son de «ser como» (identificarse con el ideal), sino de «tener y usar a», (vÃnculo posesivo y desconsi-derado). En tales regresiones y vÃnculos, se advierte la eficacia de la pulsión de muerte.
El problema de la aceleración temporal.
El tema de la temporalidad tuvo múltiples alusiones en Freud. La relación entre filo y ontogenia, la teorÃa de la fijación pulsional, la regresión pulsional y del yo, la vinculación entre repetición y recuerdo, la temporalidad inferida en la construc-ción, las fases de la evolución libidinal, la estratificación sucesiva de las huellas mnémicas, la articulación en la fantasÃa entre pasado, presente y futuro, Maldavsky, D. 1991b.
Freud en la carta del 6 de Diciembre de 1896 a Fliess; le habla de la estratificación de los rastros mnémicos, que experimentan un reordenamiento como una forma de transcripción.
En «La interpretación de los sueños», Freud, 1900a, se refiere a la articulación de las huellas por simultaneidad (pasividad y actividad), analogÃa y causalidad. El criterio de simultaneidad implica, no solo un enlace de huellas mnémicas, sino una forma de tramitar la necesidad urgente de descarga pulsional.
La inscripción lógica por simultaneidad. Significa una organi-zación en el tiempo, con una sincronÃa comandada por el aparato psÃquico y originada en la vivencia de satisfacción. Hay simulta-neidad entre deseo y satisfacción, indiscriminación entre objeto, contexto y sujeto. Se acompaña de una inversión de la causalidad que implica atribuir como causa de lo interno, a lo externo, ésto tiene como requisito necesario la proyección.
En «La Transitoriedad», Freud, 1916a, se refiere a la cualidad de lo transitorio. Dice que el valor de lo bello depende del agotamiento para siempre de la belleza del rostro humano. Lo que da el valor a las cosas, es el carácter perecedero en el tiempo. En «El Yo y el ello», 1923b, asumÃa que Eros, por oposición a la pulsión de muerte tiene por fin complicar la vida y en la p. 42, Freud dice que «[…] la pulsión de destrucción  es sincronizada según reglas, a los fines de la descarga, al servicio de Eros […]».
En «Notas sobre la pizarra mágica», 1925a, supone que el funcionamiento discontinuo de la percepción constituye la base de la idea del tiempo.
En «Tres ensayos…», 1905d, se refiere al tironeo rÃtmico del lóbulo de la oreja, o el mamar rÃtmico; y que para la producción de una sensación placentera importa la cualidad del estÃmulo, particularidad en la que está contenido el factor sexual.
En «Más allá…», 1920g, p.61, señala que «[…] la serie placer displacer apunta al cambio de magnitudes de investidura dentro de la mitad de tiempo […]».
En el «Proyecto de una psicologÃa…, 1950a [1887-1902], p.211, postula que «[…] con una cierta investidura muestran un óptimo para recibir el perÃodo […]».
En «El problema económico del masoquismo», 1924c, p. 161, recuerda que el placer y displacer no pueden ser referidos al aumento o disminución de una cantidad sino que «[…] Quizá sea el ritmo, el ciclo temporal de las alteraciones […]».
La discontinuidad es fundamental en la producción anÃmica del tiempo, y deviene del movimiento pulsional de investidura periódica y la desinvestidura posterior. Con la investidura surge la conciencia, y la conciencia desaparece, cuando la investidura se interrumpe. Dinámicamente entonces, el flujo y reflujo libidi-nal, que genera la discontinuidad, necesita de dos lugares diferentes como requisito, por ejemplo la tensión devenida de las relaciones intercelulares.
En fin que la complejización estructural preserva a la célula de la muerte tóxica en sus propias deyecciones, y estimula la complejidad, que deriva en tensión, que deriva en flujo, que deriva en ciclo, que marca el tiempo.
Cuando aumenta la cantidad del flujo por tramitación insuficiente de la misma, el ritmo se acelera y con ello dejan de marcarse las diferencias de tiempo, la fundamental discontinuidad. Sobreviene el estancamiento, la intoxicación pulsional, la falta de ligadura psÃquica y la descarga.
En la conciencia hay un doble registro, el pulsional como afecto; y el registro mundano como impresión sensorial. En la constitu-ción intrapsÃquica del tiempo, es importante la velocidad. La velocidad y sus diferencias genera el pasaje de la lógica de la simultaneidad, a la analogÃa donde impera la palabra, y con lo cual cada erogeneidad tiene su especificidad. La velocidad incluye el concepto de duración que es producida por la complejización de distintas velocidades (afectivas y