Cremas De Orqu?deas Cubanas Soroa Que Incrementan La Salud Y El Bienestar Y La Calidad De Vida
Prólogo
Las emociones juegan un papel decisivo en la salud del cuerpo físico. La terapia floral está directamente dirigida al estado emocional de la persona, a fin de ayudar a facilitar, tanto el bienestar físico como el psicológico. Mediante el equilibrio de los sentimientos negativos y el estrés, la terapia floral puede eliminar con efectividad las barreras emocionales y promover la salud y la recuperación.
«Detrás de toda enfermedad se ocultan nuestros temores, nuestra ansiedad, nuestra avaricia, las cosas que nos gustan y aquellas que no nos gustan», escribió el médico inglés Edward Bach, M.B., B.S., D.P.H., a principios de los años 30 del siglo XX.[i] El Dr. Bach basó su revolucionaria creencia en sus observaciones personales de pacientes cuyas enfermedades físicas parecían estar predispuestas por estados negativos psicológicos o emocionales como el temor, la ansiedad, la inseguridad, los celos, la timidez, una pobre auto-estima, el enfado y el resentimiento. En la actualidad, numerosos estudios conducidos en importantes universidades y centros médicos han verificado las primeras convicciones del Dr. Bach, las que revelan una definitiva conexión entre los estados emocionales negativos y una reducción de la resistencia natural del cuerpo a las enfermedades.
«La verdadera curación implica el tratamiento desde la misma base de la causa del padecimiento», afirmó el Dr. Bach. «Por lo tanto, ningún esfuerzo dirigido solamente al cuerpo hará más que una reparación superficial al daño. Trate la infelicidad emocional de las personas, permítales ser felices y éstos se pondrán bien.»1
En los tiempos del Dr. Bach, la medicina convencional no tenía una verdadera metodología para enfocar el vínculo entre la enfermedad física y la emocional, en su lugar, esta se basaba en el uso de fármacos, que siempre producen efectos adversos. En un intento de llenar este vacío, él comenzó a investigar la potencialidad de curación de las flores silvestres. Luego de varios años de examen e investigación extensiva, fue capaz de identificar 38 plantas y árboles florales, que preparadas según un proceso homeopático específico desarrollado por él, tuvieron un profundo efecto sobre los estados psicológicos y emocionales subyacentes que influyen en las enfermedades físicas. Estos preparados especiales se conocieron como la terapia floral de Bach.
Desde finales de los años 70, varias compañías han investigado y producido otras esencias de flores derivadas de flores oriundas de América, Hawai y Australia, pero los 38 remedios originales descubiertos por el Dr. Bach son aún el corazón de la terapia floral de la actualidad.
Ahora proponemos aplicarla en forma tópica con muy buenos resultados desde al etapa infantil, hasta la adultez como un suplemento energético para contrarrestar el envejecimiento por lo que permite rejuvenecer.
Así expresamos la experiencia de flores cubanas como las orquídeas del orquideario de Soroa Cuba.
Historia de las Orquídeas
La Oncidium andigenum está presente en la provincia de Zamora a 2000 msnm.
El filósofo griego Theophrastus (300 años a.C.) es reconocido por muchos como el primer botánico por su manuscrito “Indagaciones sobre las Plantas”, en el que describe algunas orquídeas del Mediterráneo y les da el nombre genérico de Orchis (en griego) que significa testículo.
En el siglo I, el cirujano de Nerón, Dioscórides, en su libro Materia médica atribuye a las orquídeas propiedades que influyen en la sexualidad del hombre. Por 16 siglos se aceptaron estas teorías médicas y se creía que la orquídea era un afrodisíaco que incrementaba la sexualidad masculina e inclusive que podía influenciar para que un niño por nacer sea varón.
La Iglesia Católica consideraba a las orquídeas como el alimento de Satanás, y que las orquídeas impulsaban al hombre a los excesos. En el tratado Tragus de Hieronynus Bock (1489-1554) y posteriormente en el libro Mundos Subterraneus del jesuita Athanasius Kirchen en 1665, se afirmaba que las orquídeas no producían semillas y que las plantas brotaban del semen perdido del emparejamiento de los mamíferos.
En 1737, las orquídeas son rescatadas de la superstición por Carolus Linnaeus en su obra Genera Plantarum. En cambio, en la China las orquídeas ya habían sido dibujadas y descritas científicamente desde el siglo III.
La primera referencia sobre orquídeas americanas se encuentra en el Codex Badianus, un tratado de plantas medicinales aztecas, en 1552. En este libro se describe la vainilla; con el fruto de esta orquídea se preparaba el tlilxochitl, una poción usada como perfume, especería o medicina.
El interés por las orquídeas recién se despertó en Europa cuando floreció la primera orquídea del Nuevo Mundo, Bletia verecunda. Esta planta fue enviada de las Bahamas a Inglaterra en 1733. En esa ocasión se llevó del Pacífico a Inglaterra 15 especies espectaculares de orquídeas, y, lo que en un inicio fue una especialidad para botánicos se convirtió en la orquideomanía de los nobles.
Todos los ricos tenían que construir un orquideario como una obligación acorde con su estatus, y cuando una orquídea florecía, el evento daba lugar a grandes fiestas y la noticia cubría las primeras planas de la prensa.
El comercio de las orquídeas realmente comenzó a ser factible con el descubrimiento del barco a vapor, a mediados del siglo XVIII, época del apogeo de la orquideomanía.
Grandes compañías surgieron en el continente Europeo, especializadas en la recolección y venta de orquídeas. Se armaron grandes y costosas expediciones al Asia y al trópico del Nuevo Mundo, especialmente hacia la Real Audiencia de Quito.
Estas expediciones duraban varios meses en mula a través de los Andes y meses en el océano, por lo que solo muy pocas de las orquídeas sobrevivían. Por algunas especies raras se pagaban grandes sumas; hay registros de una orquídea cotizada en 3 000 libras esterlinas, que significaba un poder adquisitivo que hoy se podría equiparar con 65 000 dólares americanos. Gracias a estos precios, algunos empresarios se volvieron millonarios en pocos años.
ANTECEDENTES
En las primeras décadas del Siglo XX el médico inglés Edgar Bach dio a conocer su método terapéutico con las flores del valle de Gales, basándose en un profundo estudio del alma humana. Cada una de las 37 flores que utilizó comprendía determinadas vibraciones afines a cada trastorno emocional y enfermedad. Bach en sus memorias expresaba que “las hierbas curativas son aquéllas a las que les ha sido dado el poder de ayudarnos a preservar nuestra personalidad…” Han transcurrido cerca de cien años de satisfactorios resultados de su terapia floral, lo que llevó a su reconocimiento por la Organización Mundial de la Salud (OMS).
En 1963 un descubrimiento sensacional puso en la palestra pública el tema de los elementales de la vegetación: Cleve Backster, al aplicar por entretenimiento electrodos del detector de mentiras de su Departamento a una planta ornamental de la oficina, amagando quemarla con un cigarrillo, provocó para su sorpresa una reacción idéntica como si hubiese sido una persona. A partir de tan inusitado hecho se incentivaron diversos científicos para profundizar en las investigaciones, considerando algunos que las plantas tienen una percepción primaria, capaz de memorizar, intuir reacciones emotivas, e incluso identificarse con su cultivador.
Por su parte, algunos científicos rusos incursionaron en el fascinante estudio, entre ellos los profesores rusos Pouchkine, y Fetisov, del Instituto de Medicina Clínica y Experimental de Novosibirsk, así como investigadores de la Universidad de Alma Ata, que llegaron a conjeturar predictivamente la probable utilización de las plantas para la detección y prospección geológica.
En los estudios contemporáneos del animismo de las plantas, lugar destacado ocupa el profesor indio Jagdish Chandra Bose por sus trabajos científicos a inicios del Siglo XX. Luego de realizar extraordinarios experimentos físicos, adelantándose a Marconi respecto a las ondas electromagnéticas, Chandra Bose dedica su ímpetu investigativo hacia la fisiología vegetal, matizando sus trabajos con un desinterés material absoluto.
Encumbra sus descubrimientos con el invento del crestógrafo, nombre con que bautizó el aparato capaz de observar y grabar el crecimiento vegetal con una ampliación aproximada en diez millones de veces, demostrando la indivisible unidad existente en toda vida. El crestógrafo, superior al microscopio en su capacidad de aumentar le permitió comprobar al profesor Bose que las plantas tienen un sistema nervioso hipersensible y una variada vida emocional, cual el amor, odio, alegría, temor, placer, dolor, excitabilidad, estupor e incontables respuestas correspondientes a los