La inteligencia afectiva en la familia
El valor de la inteligencia emocional en el desarrollo
El término inteligencia es polémico y no contenta a todos, pero la expresión ‘inteligencia emocional’ ha alcanzado gran difusión popular, porque subraya la relación de los procesos racionales y afectivos.
Se le da gran importancia porque se trata de una expresión original y porque la palabra afectividad es más abarcadora e incluye, entre otros fenómenos internos, las emociones, y su cultivo desde la familia es una parte vital del desarrollo del niño desde su primer día de vida.
Afectividad en familia
Las emociones en el desarrollo del niño
La familia es la comunidad humana esencial en la que sus miembros se unen principalmente por amor. Cuando la impregnación emocional es suficiente, se dispone al niño para un porvenir equilibrado y fecundo, pero si en la infancia se descuida cuanto tiene que ver con el corazón, no ha de extrañar que en ulteriores etapas aparezca la amargura, la inestabilidad o el desorden.
En la niñez ha de garantizarse la ternura y la calidez necesarias para el niño, por eso se requiere fortalecer el compromiso familiar con la educación afectiva, la primera y principal. No se trata de que los padres se profesionalicen, pero sí de que reciban algunas orientaciones que mejoren su natural vocación educativa.
La creciente complejidad de la vida actual no siempre facilita el quehacer formativo de los progenitores y, desde luego, la escuela no puede asumir en exclusiva la trascendente tarea educativa. El auténtico motor emocional del niño, el que puede estimular o frenar su desarrollo afectivo, ha de buscarse en el seno familiar.
El papel de la inteligencia emocional
La inteligencia afectiva ilumina y canaliza adecuadamente el torrente emocional y el comportamiento. Sus implicaciones se extienden a las distintas situaciones interhumanas y experiencias vitales, por eso es menester desarrollarla desde la temprana infancia. La plasticidad cerebral durante la niñez hace especialmente apropiada esta etapa para el enriquecimiento unitario de la cognición y la emoción.
Condicionantes genéticos aparte, debe recordarse que la organización del cerebro y la estructuración de la personalidad acontecen gracias a la educación que se recibe, en gran medida en la propia familia. Los padres cuentan con numerosas vías para fomentar conjuntamente el despliegue intelectual y emocional que ayudarán al niño a tener instrumentos para desenvolverse en el futuro.